lunes, 27 de abril de 2009

Los vendedores ambulantes tienen derecho a ganarse la vida.

Los vendedores ambulantes son un clásico de calles y veredas populares en Iquitos, Lima y en cualquier ciudad del Perú y por más que haya políticas de erradicación o reubicación esto continuará porque ya forma parte de nuestra vida, es una tradición peruana, tema en varios países del mundo y sobre todo es una forma digna de ganarse la vida. En algún momento de nuestro diario caminar, sea para el día de la madre, navidad o cualquier otro motivo hemos comprado un producto en un vendedor ambulante, hemos contribuido para que ese día pueda parar la olla. Cientos de iquiteños basan su supervivencia diaria en la venta de algún producto o servicio de manera informal, es decir en la calle.
Ninguna autoridad por más alcalde que sea y que se jacte de trabajar para los más pobres, debe albergar la idea de que los vendedores ambulantes deben desaparecer de las calles, de las plazas, de los parques, de las veredas de los centros comerciales, de los puentes, de las esquinas y hasta de la faz de la tierra. La Administración municipal debe abordar este tema adoptando una normatividad que procure armonizar el uso común o general del espacio público y el derecho al trabajo, teniendo en consideración que los vendedores ambulantes, hoy denominados informales, son personas, en su gran mayoría de la tercera edad, madres solteras, jóvenes desplazados y adolescentes que para generar sus ingresos prestan servicios o venden productos en las vías públicas, buscando un refugio frente al desempleo y la falta de inclusión económica. No es correcto que un gran porcentaje de loretanos del poder, todos ellos con fama de identificarse con el más débil, estén de acuerdo que nuestros amigos ambulantes sean maltratado, ellos se merecen el reconocimiento, respeto y consideración. El uso de las calles y veredas deben estar regulados pero jamás eliminados para el vendedor ambulante.
El número de vendedores ambulantes en Iquitos se cuentan por miles, ellos constituyen una población vulnerable, con poca formación académica o técnica. Por esta razón, tienen la necesidad de de buscarse la vida apoyándose en este tipo de trabajo, no comparto la idea de que los grandes gerentes municipales quieran poner orden basándose sólo en normas y en intereses particulares.
Tengo la suerte de conocer a Marisol, una mujer guapa de 24 años de edad que espera a su segundo bebé y vende CDS en una de las calles de Iquitos y con ello alimenta a sus hijos. Su rostro muestra preocupación cuando le pregunto acerca de las "escapadas y correrías" que tiene que hacer al momento de ver a los policías y al Fiscal de Turno. Como el negocio ambulante y la piratería es ilegal, quienes se dedican a ello tienen que escapar cuando llega la formalidad. Para ella es bastante difícil tener que partir con sus niños a cuestas y además preocuparse de envolver y proteger su mercadería. Sin embargo, su suerte parece no ser tan mala cuando le interrogo de cuanto vende, ella me contesta que de 30 a 40 soles diarios y con la opción que si el disco sale malo el cliente puede venir a cambiarlo. Este es un típico ejemplo de una madre joven de Belén que tiene que alimentarse y proteger a sus hijos con la venta ambulatoria.
Muchas son las calles y veredas en la ciudad de Iquitos donde podemos encontrar a vendedores informales, la variedad de productos que allí se pueden encontrar es asombrosa y comprende desde ropa interior, juguetes, libros, lentes de sol y con medida, billeteras, discos compactos, collares, aretes, cosméticos hasta repuestos y artículos para celulares y la lista es interminable. Pese a la gran diversidad que presentan estos productos, todos ellos tienen algo en común: precios más bajos que en las tiendas comerciales.
No es posible que en un país con un alto índice de desempleo, un alcalde advenedizo quiera erradicar el comercio ambulatorio de la noche a la mañana. Si un alcalde tiene un proyecto de regeneración urbana o embellecimiento de la ciudad, esto de ninguna manera puede provocar la exclusión de aquellas personas que están en pleno ejercicio de su derecho al trabado. Sólo espero que este burgomaestre no termine en las calles vendiendo linternas, lapiceros y llaveros, porque a parte de hablar tonterías, otra cosa, estoy segura que no sabe hacer.

Desde acá, en esta humilde columna expreso mi solidaridad a todos los vendedores informales, no podemos seguir siendo testigos silenciosos de los atropellos que de dan particularmente en las calles de Próspero y 9 de Diciembre.

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